Liliana Estupiñán Achury
Constitucionalista, profesora y consultora. Red de Constitucionalismo Crítico de América Latina y Red de Mujeres Constitucionalistas de América Latina.
Venezuela fue la cuna de recepción y solidaridad de todos/as aquellos/as que huyeron del terror engendrado por las dictaduras de América Latina. La Venezuela receptora era tan boyante y excéntrica, llena de lujosa gastronomía, petróleo y belleza, tal como la describía Isabel Allende. Luego, fue la casa que recibió a millones que huyeron de la pobreza o de la “fábrica de víctimas” que macabramente “emprendimos” en Colombia y que impidió y, aún impide, la vida en condiciones dignas. Buen vecino y país hermano, pero hemos olvidado el comienzo de esta historia.
De expulsores a receptores, una pobreza que recibe pobreza. La élite que salió del país hermano ya está acomodada en Colombia y en todo el mundo, esa que tuvo pocos problemas en asuntos de integración y que fue bien recibida, sin xenofobia y nada de “aporofobia” cuando de clases altas se trata. Pero millones que llegaron solamente acompañados de una maleta, una caja o nada, hijas/os y recuerdos, aún no logran fundirse en un gran ponqué de la hermandad, figura que utilizo para pensar en la integración de millones con “un gran velo de la ignorancia», en donde la nacionalidad no sirva de excusa para la trata, la discriminación, el sino de la criminalidad y el dolor. Un escenario de oportunidades sin distingos.
¡Qué frágil es la memoria cuando de devolver amor, solidaridad y hospitalidad corresponde! La situación es tan compleja que hasta nosotros/as mismos/as hemos tenido que retornar al país de millones de desplazados/as y víctimas. En eso se nos va la vida, disputando el primer lugar en violencia y todavía nos sorprende la necesaria Paz Total.
Un millón o más de retornados/as colombianos/as (cifra aproximada) que se suman a los tres millones de venezolanos/as que ahora están en Colombia, la mayoría de ellos/as con vocación de regularidad y permanencia. Urge ajustar y actualizar las cifras de Migración Colombia que reportan 2.477.588 migrantes, en tanto análisis estadístico que se presenta en la última encuesta de Cifras y Conceptos, unos 726.301 migrantes estarían en clave de irregularidad. Así las cosas, el número llega a tres millones y los retos de integración y de recepción se disparan. Para ellos/as, sin distingos, las mismas incertidumbres propias de la pobreza de un país marcado por la inequidad de siglos.
De corredor humanitario a corredor paliativo, de inscripción a regularización, pero hoy los retos van más allá de esto. Algunos diplomáticos, políticos, de fronteras, de transición democrática y más. Todas las propuestas, de hecho, impulsadas en el marco del gobierno de Gustavo Petro, se hacen más necesarias que nunca. Lamentable error el de Iván Duque y Nicolás Maduro, quienes sumidos en su nefasta terquedad cerraron fronteras, expulsaron a millones, vomitaron discursos de odio, y se cegaron de su soberbia y de poder afectando a millones. Esto va más allá de la historia de la crueldad, responsabilidad tendrán ante tanta penuria y tragedia.
Pero hay un reto mayor, además de lo que debe pensarse con la mirada de la integración para América Latina y el retorno de Venezuela a la Comunidad Andina, y es el asunto del ponqué de la fusión, del principio de la inclusión. Nos quedó grande la hermandad, a pesar de ser Colombia un ejemplo en asuntos de recepción para la Comunidad Internacional, sobre este último aspecto tengo comentarios positivos acerca de la política de Duque, en materia de Estatuto Temporal de Protección, un tema que se puede fortalecer, ajustar y avanzar.
Los datos entregados por la Universidad del Rosario, con el apoyo de la Fundación Alemana Konrad Adenaeur y El Tiempo Casa Editorial, en su gran encuesta nacional sobre migración, representan todo un desafío a nivel internacional, nacional, intermedio, local, societal e institucional, en varios aspectos y sectores: la salud, la educación, la formalización laboral y más. Que el 62% de los/las encuestados/as se quieran quedar habla de lo importante que puede ser el correcto tratamiento de la migración en Colombia, en materia de fusión del ponqué y en clave de derechos humanos, por no hablar de las oportunidades en materia económica. Un porcentaje al que se le puede sumar el 27% de aquellos/as que piensan retornar, a mediano o largo plazo, y que en suma, están en la edad de máxima productividad en todos los sentidos.
¿Qué debe ofrecer Colombia, en materia de integración? Algo estamos haciendo mal, cuando el 89%, de los encuestados se siente en situación de marginalización y el 63% vive en un nivel socioeconómico bajo, 14%, en nivel medio y apenas un 2%, en alto (un 21% que no sabe/no responde).
Pocos/as retornarán, esta casa grande se debe preparar para la fusión mayor. La integración, de lograrse, hablará bien de nuestro ADN de hermandad y solidaridad, además de las bondades sociales y económicas que trae una estrategia de compasión y de derechos para el tratamiento de la movilidad humana.